Corina Montoya recuerda que la última vez que supo algo de su hijo Héctor Eduardo Rivas Montoya fue el 17 de mayo de 2012, exactamente 10 días después de que el joven, de entonces 19 años, saliera de Honduras rumbo a Estados Unidos.
Para aminorar los riesgos que implica para un migrante sin papeles cruzar por México y asegurar la entrada a Estados Unidos, la familia de Héctor Eduardo había contactado a un “coyote” -como se le conoce a los traficantes de migrantes- con el que negoció el traslado a cambio de 6 mil 500 dólares. La familia pagó 3 mil dólares por anticipado; el resto se pagaría cuando el muchacho hubiera llegado a su destino. Al día siguiente de esa última llamada, Héctor Eduardo supuestamente iba a llegar a Estados Unidos, según le adelantó el “coyote” a su familia. Héctor Eduardo estaba en Nuevo Laredo, Tamaulipas, cuando su familia le perdió el rastro. Del “coyote” que lo llevaba, Corina sólo sabe que es hondureño y que le dicen “El Famoso”. Su familia llegó a él por recomendación, pues cruzó a Estados Unidos a una cuñada de Corina. Por eso confiaron en él. “Yo no lo conocía, lo conocía el esposo de la cuñada que se llevó y fue él quien lo recomendó”, dice la hondureña. La ausencia de Héctor Eduardo no fue una conclusión a la que su familia llegó tras un largo periodo sin recibir noticias suyas, sino que fue el mismo “coyote” quien les informó que había perdido rastro del muchacho. Y no sólo de él, sino de otras 11 personas, casi todos jóvenes que no llegaban ni a los 20 años, igual que el hijo de Corina. La versión que el “coyote” dio a las familias fue que había enviado al grupo de migrantes con otro “coyote”, quien supuestamente los dejó solos en un taxi y ahí habrían sido detenidos. Ninguno de los familiares le creyó, dice Corina. “Estaban todo mundo furioso porque se trajo a 12 personas de ahí y por ninguna dio respuesta, entonces los familiares exigimos mucho, y él se vio acorralado y tuvo que salir huyendo, prácticamente, con su familia”, relata Corina, quien fue una de las pocas madres que recibió la llamada del “coyote” para decirles que había perdido a sus hijos.
Pero ni Corina ni nadie de su familia tuvieron oportunidad de hablar en persona con “El Famoso”, de exigirle respuestas, como aún pudieron hacerlo familiares de los otros desaparecidos, antes de que se escabullera y se perdiera él también. “No sé dónde vive, no sé qué fue de su familia, no sé nada”.
De su hijo Corina tampoco supo nada hasta el año pasado, cuando a través de las integrantes de la Caravana de Madres Centroamericanas que buscan a sus hijos desaparecidos, la fotografía de Héctor Eduardo llegó a México, específicamente a Monterrey, Nuevo León, donde una persona reconoció al joven, quien el pasado 12 de noviembre cumplió 22 años.
Esperanzada en que esa pista la pudiera llevar a saber más sobre el paradero de su hijo, Corina se integró este año a la Caravana, que desde hace una década viaja anualmente desde Centroamérica y recorre México buscando a migrantes desaparecidos.
La Caravana lleva como estandarte a las madres de esos migrantes ausentes, pero con el paso del tiempo se han sumado a ella esposas, hermanas, hijas, padres, todos buscando a sus seres queridos, de quienes perdieron el rastro en su camino hacia Estados Unidos. Este año, la décima Caravana de Madres Centroamericanas “Puentes de Esperanza” recurrió una decena de entidades del país, pero en esta ocasión la ruta no contempló la ciudad de Monterrey (de hecho no avanzó más allá de San Luis Potosí).
Iniciada desde el pasado 20 de noviembre, la Caravana concluye hoy su paso por México tras 18 días de visitar albergues para migrantes, reunirse con organizaciones y defensores de migrantes, indagar en plazas públicas, en poblados cercanos a las vías del tren, en cárceles, en zonas de prostitución… siempre con los retratos de los ausentes colgados sobre los pechos de sus familiares, quienes a la esperanza de encontrar a los suyos con vida suman la exigencia al Estado mexicano de que los busque.
La Caravana es organizada con el apoyo del Movimiento Migrante Mesoamericano. La organización ha referido que han encontrado a más de 200 personas. A mitad del camino, mientras pasaban por la Ciudad de México, Corina hablaba sobre el regreso a Honduras sin su hijo. “Mi único varón”, recalcaba. Con todo y la desazón por no haber llegado a Monterrey, donde pensaba ella misma iniciar la búsqueda de Héctor Eduardo, Corina dijo que encontró un posible indicio del paradero de su hijo.
No recuerda exactamente en qué lugar fue (la Caravana había recorrido para entonces algunos sitios en Tabasco, Chiapas, Veracruz, Tlaxcala, Hidalgo, San Luis Potosí, Jalisco y Guanajuato), pero dice que le pidió prestado el baño a una señora. La mujer, al ver la foto de Héctor Eduardo colgada del pecho de su madre, le dijo a Corina: “Este niño durmió aquí”. Héctor Eduardo, en efecto, parece todavía un niño en la imagen que carga su madre. Un niño de grandes ojos, cejas delineadas y cabello rizado -colocho, como dicen en Centroamérica.

“Madrecita, me puede regalar cafecito”, recordó la mujer que le dijo ese joven de rasgos infantiles. La cortesía del muchacho la disuadió para darle el café que le pedía y para permitirle dormir en el pórtico de su casa. La desconfianza normal ante los extraños no le permitió a la mujer dejarlo pasar a su casa, según le dijo a Corina a modo de disculpa. Con esa pista, Corina regresará hoy a su país. Aunque se alegra de que algunas de sus compañeras de viaje sí lograron encontrar a sus familiares, ella sabe que no estará bien hasta que no dé con su hijo.
“Mientras yo no lo tenga de regreso en mi casa, yo no voy a ser completa”, dijo.
Las pistas sobre el paradero de Héctor Eduardo no son lo único que se quedará en México, pues al haber perdido el rastro del “coyote” en su país, quizás también aquí estén las claves para saber cómo y con quién llegó el joven hasta la frontera con Estados Unidos.
Corina no es la única integrante de la Caravana que perdió el rastro de su familiar cuando éste era conducido por un “coyote”.
FUENTE:
Entrevista realizada por el noticiero SinEmbargo a Corina Montoya en el año 2014 por la periodista Mayela Sánchez.